El Efecto Mariposa de una Historia Compartida

Ajustando la Brújula: 

Ya pasaron semanas sin escribir ni publicar nada. Semanas complicadas, de esas que te tientan a encerrarte más y tirar la llave al mar. Fantasmas que vuelven, no para asustarte, sino para recordarte que aún están ahí. Que todavía hay trabajo por hacer. Que es necesario ajustar la brújula para no perder el norte, ese que a veces se desdibuja entre las mareas internas y los vientos del afuera. 

En medio de este vaivén emocional, abrí mensajes de una amiga muy querida. Mensajes que me trajeron calma. Entre líneas, como si me susurrara al oído, leía: "Leí esto y pensé en vos." Una frase tan simple. Pero escrita con la misma tinta con la que una intenta sostenerse. Y algo dentro de mí cambió. 

Me había compartido un texto sobre “florecer”.  No como resultado, sino como despojo. Como un acto de presencia, de dejar de vivir para encajar y empezar a vivir para expandirse. Me dijo: “Te vi reflejada”. Y ahí entendí que a veces una historia toca otra, sin querer. Que nuestras palabras, incluso cuando creemos que no llegan a nadie, despiertan algo en otra alma. 

Escribir, para mí, siempre fue un intento de conocerme. De ordenar mi caos. Pero leer sus palabras me hizo ver que también puede ser un puente. Un espejo. Un modo silencioso de estar para el otro, sin invadir, sin imponer. Solo estando. 

Y entonces me dijo algo más: “¿Conoces el efecto mariposa? Ese suave batir de alas que puede provocar un huracán a miles de kilómetros…” y mientras miraba cómo se consumía un sahumerio, pensé en eso: cómo una frase, una confesión, una verdad pequeña puede abrir procesos inmensos en otra persona. No hace falta gritar. No hace falta que te lean miles. A veces solo alcanza con dos almas que se reconocen. 

No sé si fui mariposa o viento. Pero sí sé que ese gesto pequeño, ese compartir lo que soy, generó algo real. Y si también se reflejó en vos querida amiga, entonces eso también es florecer. Florecer en compañía.