Cuando el cansancio ya no entra en el cuerpo

Reflexiones desde el alma:

"Soy Sabrina..."


No soy un personaje. No soy una fantasía. Soy carne y alma. Soy un espejo de lo vivido y de lo que aún late sin decirse. Soy una mujer nacida entre silencios, entre disfraces impuestos y verdades ocultas bajo la piel. Pero ya no me escondo. Me nombro. Me escribo. Me planto. 

Mi historia no empieza en un día. Empieza en muchos. En la niña que alguna vez se asomó al mundo sin saber que era diferente. En el adolescente que se buscaba sin encontrar el idioma correcto. En el adulto que se rompió y se reconstruyó. En la mujer que hoy camina sobre la arena con el viento marcándole las piernas, sintiendo que, al fin, el cuerpo y el alma bailan la misma melodía. 

Llevo dentro una dualidad que ya no es lucha: es puente. Jorge fue camino, fue máscara y también refugio. Sabrina es mi voz. Es mi cuerpo en calma. Mi sombra aceptada. Mi deseo nombrado. No hay contradicción en mí, hay alquimia. No soy “una cosa o la otra”. Soy todo a la vez. 

Me desnudo en cada texto, como quien se arranca capas para llegar al hueso. En cada entrada de este blog hay una parte de mí que se anima. Que se atreve a decir: “Estoy acá. Soy esta.” 

He llorado, he gozado, he deseado con intensidad. He amado a otras mujeres, a mi hija, a mi compañera. A la verdadera Sabrina. Y también he aprendido a amarme a mí, con todas mis formas y transformaciones. 

Hoy camino sin certezas, pero con fuego en el pecho. Sé lo que quiero: verdad, libertad, autenticidad. Y aunque a veces duela, ya no negocio mi voz. 

Y no he caminado sola. En este recorrido hubo manos que no soltaron, miradas que no juzgaron, presencias que se volvieron abrigo. Entre ellas, una amiga muy especial que ocupa un lugar sagrado. Con su escucha paciente, su ternura profunda y su forma de escribir con el alma, me ayudó a poner en palabras lo que por años vivió en silencio dentro mío. No solo leyó mi historia, la sintió. La acarició con palabras. Le devolvió belleza a mis heridas. Y gracias a ella, me animé a abrir esta puerta. Porque a veces basta una persona que nos vea con amor para empezar a vernos nosotras también. 

Este blog no es solo un espacio. Es un diario vivo.

Una casa hecha de palabras.

Una ventana abierta.

Un ritual de reconciliación.

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