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“Vine del norte buscando, una canción y una cruz y allí se cruzo un cometa y en su estela estabas tu…” – Ismael Serrano
Fue una reciente charla con mi amiga la que lo despertó. Me habló de Madrid, casi sin saberlo, y vino a mi mente ella; Sabrina, la verdadera. La mujer por la cual hoy llevo este nombre.
Recordé cuando me contó entusiasmada de su alocado viaje a España de mochilera… cuando me describió los atardeceres entre edificios antiguos. Las plazas llenas de vida, los monumentos que visito. De cada rincón estilo gótico que a ella le encantaba y le atraía. Madrid, para ella era un lugar especial, el lugar donde habían nacido sus abuelos. Y entonces la imaginé a ella. O quizás, me imaginé a mí.
Me imagine Vestida como ella solía hacerlo, con soltura y decisión, en una plaza cualquiera, pero con ese gesto de quien sabe que ya no tiene que pedir permiso para habitar su piel. La vi sentarse en una mesa al sol, cruzar las piernas, dejar caer la mirada como quien escucha el sonido de su alma. Y pensé; esa también soy yo.
No fue solo Madrid. Fue ese deseo de encontrar un lugar donde no haya que traducirse, donde lo femenino no sea una defensa ni una bandera, sino una forma de respirar, de vivir, de amar.
Y si algún día piso esas plazas con mis propios tacos, quiero sentarme en la misma mesa, mirar al cieloy susurrarme; "Lo lograste. No por estar en Madrid. Sino por haber llegado a vos." Escuchando la canción que nos gustaba de Ismael Serrano “Vine del Norte” que de algún modo nos identificaba.
Porque, a pesar de años de tu partida, aún escucho tu voz como un susurro en las noches cuando estoy en calma, y tu risa contagiosa vibra en mi pecho cuando me atrevo a vivirte sin miedo.
Gracias por habitarme.
Gracias por esperarme.
Gracias por no irte del todo.
Y si, me animo a decirlo… sé que ella estaría orgullosa. Porque esa mujer que camina por Madrid, que pisa firme con sus tacos y con toda su historia a cuestas, soy yo… y también ella. Las dos. Una sola. Unidas por algo que va más allá del tiempo, del cuerpo, de las palabras. Porque cada vez que me permito vivirme sin miedo, no solo la honro a ella… me honro a mí misma. Y en ese gesto, en ese paso, en esa mirada al cielo… estamos las dos, por fin, en paz.
"Con
la estela de un cometa, con tu mentira y con tu luz..." — Ismael Serrano
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