Cuando el cansancio ya no entra en el cuerpo

Descubrir sin reglas

 Cuando la feminidad es más que una imagen. 

La otra noche, mientras charlaba con una chica CD, surgió una pregunta que me dejó reflexionando. Hablábamos sobre las relaciones sexuales y cuando le conté mi experiencia, su respuesta fue tajante; "No podés no sentir tal o cual cosa. Tenés un problema". Y aunque intenté explicarle que no es un problema sino simplemente mi manera de sentir el placer, no lograba entenderlo dentro de los parámetros convencionales. Esto me llevó a una pregunta más profunda: ¿Qué es lo normal y qué no? ¿En base a qué parámetros definimos lo que debería sentirse, experimentarse o vivirse en un momento de entrega y conexión?

Desde hace un tiempo, mi experiencia sexual y sensorial ha sido completamente diferente de lo que la mayoría consideraría "normal". No respondo físicamente como otros esperan. No hay una respuesta física visible de excitación en la intimidad, cuando estoy con mi amigo. Y, sin embargo, disfruto intensamente. Siento deseo, excitación, placer en su forma más pura. Me entrego completamente al momento, a la sensación, al cuerpo que me toma, al acto de recibir.

Es ahí donde mi feminidad se manifiesta en su máxima expresión. No es solo una cuestión de vestimenta, de maquillaje, de verse femenina en un espejo. Es una cuestión de serlo, de sentirlo en la piel, en la conexión con el otro, en la forma en que mi cuerpo se abre a recibir, en cómo mi mente se apaga como hombre y se enciende como mujer. En esos momentos, la dualidad desaparece, y lo único que queda es la sensación de ser plenamente Sabrina.

Algunos podrían intentar encasillarlo dentro de un marco clínico, hablar de disforia de género o de una incongruencia con el cuerpo físico. Pero para mí, es mucho más simple. No hay angustia, no hay confusión. No hay "problema" que resolver. Solo hay placer, hay deseo, hay la certeza de que esto es lo que soy y lo que disfruto. No sufro mi dualidad; la vivo con placer.

Quizás cargo con memorias transgeneracionales de mujeres excluidas en mi linaje. Quizás mi energía femenina siempre estuvo esperando el momento de salir a la luz. Quizás, en otra vida fui una mujer. Pero lo que sé con certeza es que, cuando estoy en esos momentos íntimos, mi parte masculina simplemente desaparece, se apaga por completo, y lo único que queda es la sensación de feminidad en mí, haciéndome sentir completamente en esencia.

La sociedad nos ha enseñado que el placer está ligado a respuestas físicas típicas; una erección, un orgasmo explosivo, una eyaculación visible. Pero ¿y si el placer es mucho más que eso? ¿Y si hay maneras de sentir, de disfrutar, de entregarse, que trascienden lo biológico y se convierten en algo completamente sensorial, emocional y hasta espiritual?

Para mí, la respuesta es clara. El placer es lo que cada uno siente en su forma más auténtica. No hay reglas escritas, no hay parámetros universales. No hay "lo normal" y "lo incorrecto". Solo hay lo que nos hace sentir vivos, completos y en total libertad.

Y para mí, eso significa vivir mi feminidad en su forma más plena. Recibir, entregarme, disfrutar, sin que mi cuerpo tenga que responder como alguien más espera que lo haga. Ser Sabrina en su esencia más pura.

Porque al final, todo tiene que ver con todo. Y la clave está en permitirse sentir sin miedo, sin prejuicios, sin etiquetas que limiten lo que, en realidad, siempre estuvo dentro nuestro.

Hoy, no busco que me entiendan ni que me validen. No necesito explicaciones médicas ni justificativos. Solo necesito permitirme ser Sabrina, sentir, experimentar y vivir como me hace feliz. Porque en este camino, lo único que realmente importa es lo que siento yo.

No es que lucho contra mi parte masculina, es que en esos momentos simplemente deja de existir. No hay un esfuerzo por desconectarla, es un estado natural en el que mi ser femenino toma el control por completo. Es ahí donde soy auténtica, donde no hay dualidad, donde solo queda Sabrina.

Tal vez haya más personas que sientan esto y no se animen a decirlo. Tal vez muchos todavía se midan con reglas que nunca fueron suyas. Y tal vez, en algún momento, encuentren la libertad de simplemente ser, como yo la encontré.

 

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