Cuando el cansancio ya no entra en el cuerpo

Entre el sueño y anhelos.

 

Una noche, un deseo, un reflejo…ya estoy aquí 

El murmullo de la fiesta se siente como un eco lejano mientras avanzo con paso firme. La suavidad de la tela sobre mi piel, el sonido acompasado de mis tacos resonando en el suelo pulido, la copa de vino sostenida con delicadeza. Todo es real. Todo es presente. 

Por un momento, me detengo y respiro hondo. Miro a mi alrededor. Nadie se gira con una mirada inquisidora, nadie cuestiona mi presencia. Al contrario, hay sonrisas cálidas, gestos de cortesía, personas que me ofrecen el paso con naturalidad. Estoy aquí. Si, estoy aquí. Y el mundo sigue girando con su ritmo propio, sin detenerse, sin resistirse a mi presencia. 

Camino con gracia entre los invitados, sintiendo cada parte de mi cuerpo alineada con mi esencia. La confianza fluye de manera natural, sin forzarla, sin pretender ser algo más de lo que ya soy. La feminidad no está en el vestido, ni en los tacos, ni siquiera en el maquillaje sutil que resalta mis facciones. Está en la manera en que me muevo, en la seguridad con la que existo, en la certeza de que este momento es mío. 

Al pasar por la terraza, el aire fresco me envuelve con suavidad. Me apoyo en la baranda y contemplo la ciudad iluminada, las luces lejanas que titilan como estrellas dispersas. Doy un sorbo al vino y dejo que su calidez se mezcle con la emoción que me recorre por dentro. 

¡Cuánto camino recorrido para llegar hasta aquí! Cuántas dudas, cuántas noches de reflexión, cuántos momentos de miedo y también de valentía. Alguna vez, esta escena solo existió en mi imaginación. Hoy, aunque sea en un suspiro de la mente, se siente como una posibilidad, como un futuro al que me acerco cada vez más. 

Sonrío con suavidad. no es una fantasía. No es un deseo reprimido. Es una realidad que se manifiesta en cada gesto, en cada decisión, en cada paso que me permito dar con libertad. 

Con un dedo, recorro suavemente la base de la copa, sintiendo el frío del cristal. Reflexiono sobre lo que sigue. 

¿Y ahora qué? 

La respuesta es simple, ahora, todo. Ahora, el siguiente paso. Ahora, la próxima sonrisa, el próximo diálogo, el próximo baile, el próximo sueño hecho realidad. 

Con una sonrisa tranquila, me giro y regreso a la fiesta, esquivando a algunas personas con elegancia, recibiendo miradas amables y sonrisas cálidas. Me siento en mi mesa, cruzo las piernas con naturalidad y me integro a la conversación. Hay un brindis, una risa compartida, una noche que aún tiene mucho por ofrecer. Y yo estoy lista para recibirlo todo. Porque Sabrina ya está aquí. Y no piensa irse.

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