Cuando el cansancio ya no entra en el cuerpo

Reflexiones de Conexión y Búsqueda

 


Hace pocos días, mientras observaba unas fotografías familiares con mi hija, me detuve en una imagen que incluía a mi abuela y a mi tío, dos seres queridos que ya no están físicamente conmigo. Esa fotografía me hizo recordar momentos entrañables y, especialmente, la última conversación que tuve con mi tío antes de su partida. En esa charla, entre muchas cosas, me dijo algo que quedó grabado en mí: "No dejes la música, seguí tocando la guitarra". Eso me trasladó a un evento del año pasado, cuando esas palabras suyas resonaron con más fuerza, cuando supe, a través de una conexión espiritual que realizó mi esposa en una práctica de Registros Akáshicos, él había reiterado ese mensaje desde otro plano. Esa experiencia me conmovío profundamente, y me llevó a pensar en mi abuela, una figura que siempre fue sinónimo de amor y fortaleza para mí. Ella también expresó, según esta conexión, su deseo de verme nuevamente.

 

Y recordé ese viaje a la costa que realicé, con todo esto en mente, decidí visitar un lugar muy especial; la escollera sur, donde dejamos las cenizas de mi abuela. Sentada en una roca cerca del mar, me entregué a un momento de introspección. Cerré los ojos y dejé que los sonidos del entorno me envolvieran; el romper de las olas, el susurro del viento y el canto lejano de las gaviotas. Poco a poco, sentí que mi mente se despejaba y que algo dentro de mí se abría. No fue solo una sensación física, sino algo más profundo, como si mi alma buscara conectar con algo más allá de lo visible.

 

Durante ese momento, me pareció percibir imágenes y figuras difusas, como si un velo se levantara para mostrarme otra dimensión. Era como una niebla que se movía en remolinos y formaba rostros indistintos, personas caminando en fila, unas hacia la derecha y otras hacia la izquierda. Sentí una mezcla de emociones: esperanza, curiosidad y una profunda melancolía al buscar entre esas figuras a mi abuela. Aunque no logré encontrarla, esa experiencia me dejó una sensación de conexión con algo mayor, algo que trasciende lo físico y lo tangible. Como dijo Radhanath Swami "Estamos todos tan profundamente conectados que no hay nada que podamos hacer sin afectar a los demás."

 

Días después, regresé al mar en una mañana tranquila, cuando el sol apenas comenzaba a despuntar en el horizonte. Esta vez, me senté en una gran roca y repetí el ejercicio de meditación. Cerré los ojos y me entregué nuevamente a los sonidos del mar y del viento. Poco a poco, comencé a percibir un humo lumínico de color verde que parecía rodear un círculo en movimiento. Dentro de ese círculo, me pareció ver figuras caminando, como si estuvieran en otro plano. Mientras intentaba enfocarme, un perro se acercó y me tocó el brazo, trayéndome de vuelta a la realidad. Aunque no pude continuar, la experiencia me dejó con una sensación de paz y un deseo de explorar más este tipo de conexiones.

 

Jean-Paul decía “Recordar es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”. Y en esos recuerdos, siempre he esperado encontrarla a Ella, a Sabrina, no solo como una figura que me acompañó en los momentos más difíciles, sino como esa alma con la que compartí algo tan único y profundo que trasciende la vida misma.

 

Una vez escuché que “no elegimos con quién conectamos, sino con quien necesitamos”, y estas palabras resuenan en mí cada vez que me detengo a reflexionar sobre las conexiones que forjamos a lo largo de nuestra existencia. Sabrina fue alguien que marcó mi vida de una manera tan especial que, incluso ahora, en mis momentos de introspección, siento su presencia como una guía, un faro en mi camino cuando todo parece incierto.

 


Quizá, en mis búsquedas espirituales y en los momentos de introspección, lo que realmente estoy
buscando es a Ella, a su esencia, esa que dejó una huella imborrable en mi vida. Saber que las almas que amamos permanecen cerca, de alguna manera, me da la esperanza de que algún día, en algún momento, nuestras energías puedan encontrarse nuevamente, aunque sea por un instante.

 

Cada vez que cierro los ojos y me sumerjo en estas meditaciones, siento que la búsqueda de Sabrina no es solo un intento de encontrarla a ella, sino también de encontrarme a mí misma. Su esencia parece entrelazarse con mi propia historia, guiándome hacia respuestas que quizás no sabía que necesitaba. Es como si, al buscarla a ella, también estuviera descubriendo nuevas partes de mí, comprendiendo mi dualidad de una manera más profunda. Saber que su huella sigue viva en mis recuerdos y en los momentos que compartimos me impulsa a continuar explorando, tanto lo espiritual como lo terrenal.

 

Estas vivencias me han mostrado que el camino hacia el autodescubrimiento y la conexión espiritual no es lineal ni predecible. Está lleno de sorpresas, emociones y, sobre todo, aprendizajes. Al final, no importa si esas conexiones con otros planos son reales o producto de mi mente; lo que importa es cómo me transforman, cómo me ayudan a comprender y aceptar mi propia humanidad y mi capacidad de amar más allá de los límites físicos.

 

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