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A lo largo de mi vida, la soledad ha sido una presencia constante, como una sombra que me ha acompañado incluso en los momentos en que parecía rodeado de personas. No importa cuántas personas me rodeen o cuántos roles desempeñe, siempre hay una parte de mí que permanece en silencio, observando desde una distancia emocional. Aunque tengo una familia, amigos y compañeros de trabajo, hay algo que me separa, un espacio invisible que parece inquebrantable.
Es curioso cómo a veces, en la compañía de otros, puedo sentirme más solo que cuando estoy en total soledad. Hay una sensación de desconexión que es difícil de explicar, una especie de vacío que no se llena con la simple presencia física de los demás. Sin embargo, hay momentos, pequeños destellos, en los que esa soledad disminuye, y es en esos momentos en los que siento una conexión más profunda conmigo mismo, un espacio en el que puedo ser plenamente, sin necesidad de explicaciones ni justificaciones.
Quizás sea en esos instantes, cuando todo el ruido exterior se desvanece, que encuentro un refugio dentro de mí. Es un lugar donde puedo respirar sin sentir el peso de las expectativas de los demás, donde puedo escucharme, en silencio, y sentir una calma que rara vez experimento en mi vida cotidiana. Es un espacio íntimo, personal, donde mi ser más auténtico puede existir, aunque sea de manera sutil, casi imperceptible.
Este viaje de autoconocimiento me ha enseñado que, aunque no siempre lo comparta con quienes me rodean, hay una parte de mí que necesita ser explorada y comprendida. No es algo que pueda expresar abiertamente, pero está allí, latente, esperando el momento adecuado para surgir. Quizás es en la soledad donde más cerca estoy de esa parte de mí, en esos momentos de introspección donde lo que soy realmente toma forma.
Y así, la soledad, que tantas veces he visto como un
vacío, también se ha convertido en un espacio de descubrimiento. No es una
soledad que me atormente, sino una que me invita a profundizar en lo que soy.
Es en este espacio íntimo y silencioso donde, poco a poco, me permito ser, sin
restricciones ni etiquetas, simplemente ser, yo misma.
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