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Hubo un día en la semana que decidí no ir a trabajar. Tenía una reunión temprano en el colegio de mi hija, y después de eso, volví a casa a leer y a ordenar algunos escritos. Más tarde, aproveché para ir al gimnasio y, al regreso, pasé por el supermercado para comprar lo necesario para el almuerzo.
Cuando mi hija llegó del colegio, comenzamos a cocinar. Mientras cortábamos la pechuga de pollo, condimentábamos y pondríamos la cocina y preparábamos todo, la conversación tomó un giro inesperado. ella, con esa curiosidad tan suya, me preguntó sobre algo que había mencionado hacia mucho tiempo, cómo conocí a Sabrina, la persona que, de alguna manera siempre está conmigo.
Le conté que la había conocido en un boliche donde se escuchaba música gótica entre otros géneros pero que predominaba el gótico y dark. Un lugar lleno de energía, rebeldía y, sobre todo, libertad. Fue entonces cuando mi hija, con una sonrisa pícara, me preguntó si yo me lookeaba como ellos. Con una risa, le confesé que en ese momento no, pero que después empecé a recordar más y me di cuenta de que sí había tenido mi época.
Le conté cómo, en aquellos años, solía vestir con pantalones chupines ajustados, borcegos y remeras negras de bandas de música pesada. A veces incluso me pintaba las uñas de negro y me delineaba los ojos, todo muy gótico y con una onda poco convencional. Era un look que me encantaba, y en esos tiempos, más flaco y marcado por el ejercicio, todo me quedaba bien.
Nos reímos cuando le dije que después de esas salidas, tenía que quitarme todo el maquillaje para ir a trabajar... y nada más y nada menos que a un lugar totalmente distinto. Era un juego entre dos mundos. Mientras ella se reía, me di cuenta de lo liberador que era poder compartir estos recuerdos con ella, de poder mostrarle partes de mi pasado que tal vez no conocía, pero que siempre habían estado ahí, guardadas en mi memoria.
El almuerzo lo terminamos con risas y complicidad, Cocinar
juntos, compartir estas historias, fue un momento precioso que me recordó lo
importante que es tener estos espacios con ella, en los que el pasado y el
presente se entrelazan y nos permiten conocernos más.
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