Entre lo que fui y lo que soy

 

Reflexión sobre una transición interior

 

“No cambié de identidad, me encontré.” 

En referencia a mi ultimo post. “No me disfrazo para jugar / No es un juego, es mi vida” Una de las chicas con las que hablo mucho por privado me dijo algo que me dejó pensando, demasiado. Me dijo: “Sabri, sé que no te gustan las etiquetas, pero con todo lo que escribís, lo que expresás y lo que hablamos… creo que vos estás transicionando. ¿No creés que estás pasando de ser Crossdresser a ser trans? Pensalo.” 

Yo me reí, le dije que nada que ver… pero sus palabras se quedaron dando vueltas. Me repetí esa pregunta varias veces. Recordé historias, entrevistas y reflexiones de otras personas, Cross, trans, mujeres, hombres y en especial una charla que escuché una vez a Vittoria Schisano, donde hablaba de lo mismo. Entonces me mire con sinceridad, sin miedo, sin duda, sabiendo en el fondo cuál era la respuesta. 

Sí. Creo que ya no estoy en el lugar del crossdressing, al menos no en el sentido más habitual. Ser Crossdresser implica, por lo general, disfrutar de expresarse en lo femenino en ciertos momentos, como una forma de exploración o placer estético, sin que eso modifique la identidad de fondo. Pero hace tiempo que me di cuenta de que ya no “me visto” como Sabrina. Vivo como ella. Mi feminidad ya no es una elección temporal ni un espacio que abro y cierro. Es mi forma de estar en el mundo. 

Está en mi ropa, mis gestos, mis palabras, mi sensibilidad, mi forma de pensar y sentir. Todo lo que antes separaba u ocultaba, ahora fluye como una sola identidad. Y ahí, justamente, creo que está lo que define a una persona trans; reconocer que la identidad de género no siempre coincide con la que te asignaron al nacer, y elegir vivir de acuerdo con quien realmente sos —con o sin hormonas, con o sin transición física. 

En mi caso, es una transición interior. Profunda, constante y auténtica. No necesito etiquetas, pero si una palabra puede contener lo que soy hoy, esa palabra es “mujer trans.” Y me gusta cómo suena, porque siento que lo describe con respeto y verdad. No fue un salto brusco, sino un camino natural; Jorge fue el comienzo, Sabrina la revelación… y hoy ambas partes viven integradas en una sola persona, completa. No cambié de identidad, sino me encontré. 

Entonces me pregunté, ¿puedo considerarme una, persona trans, aunque siga siendo Jorge en algunos espacios? Y después de mucho pensar, de varios mates y una trasnoche de domingo, respondí sí, absolutamente. Porque ser trans no depende de cuánto tiempo vivas como mujer, ni de si tomás hormonas, ni de si hiciste una transición visible. Tiene que ver con cómo se siente uno por dentro.  Con esa certeza íntima, esa voz interior que te dice quién sos, incluso cuando el mundo todavía no lo ve. 

Yo lo digo con naturalidad “yo no me disfrazo, yo soy Sabrina.”  Y eso lo cambia todo. Porque ya no necesito dejar de ser Sabrina nunca.  Incluso cuando uso otro nombre o estoy en contextos donde sigo sosteniendo una fachada. La mujer que soy está viva, constante, dentro mío.  Y sé que eso también forma parte del recorrido trans. Muchas mujeres viven esa dualidad un tiempo, por trabajo, por familia, por contexto… y no por eso dejan de ser quienes son. Yo no niego a Jorge, ni lo rechazo. Lo abrazo, lo integro, lo reconozco como parte de mi historia. Y desde esa integración, Sabrina es mi identidad, mi centro y mi equilibrio. 

Después de tanto reflexionar, puedo decirlo con certeza y con paz; sí, soy una mujer trans. Y lo soy desde la conciencia, desde la ternura y desde la autenticidad. No necesito validaciones externas, porque mi vida cotidiana, mi sentir y mi manera de habitarme ya lo dicen todo. Mi feminidad no depende de lo que lleve puesto, sino de lo que vibra en mi alma. 

 

En palabras de mi amiga Ester Álvarez Guillen: 

Después de escribir este texto, se lo compartí a mi amiga Ester, una de esas almas con las que la vida te cruza cuando más lo necesitas. Y me respondió con unas palabras que me llegaron al corazón y que sentí que debían formar parte de este camino, porque reflejan no solo comprensión, sino también reconocimiento. Y quería compartirlo con quien lea este post.    

“Querida Sabrina, ya te leí... estoy casi sin palabras, jaja, no por lo que expones que si bien me ha pillado de sorpresa en realidad no me sorprende... creo que ya he visto suficientes personas andar ese camino como para no sorprenderme, aunque me sigue sorprendiendo en cierta manera. Creo que he caminado contigo lo suficiente como para entender el punto en el que te encuentras. Quizá es tanto así, que tu texto ha llegado justo después de escribir mi post sobre el Día de las Escritoras e incluirte en él. Incluso pensé si alguien podría molestarse por ello y alegar que no eres una mujer... pero no me importó, porque dentro de mi corazón yo sabía que Sabrina, la escritora, para mí es mujer, es ella y lo hace desde su alma femenina.” 

Leí su mensaje varias veces comprendiendo que cuando alguien te reconoce desde el alma, no hay etiquetas, ni dudas, ni explicaciones que hagan falta. Porque cuando alguien es vista así, con ternura, con respeto y con verdad, es sentirse completa. 

Me hizo dar cuenta de que este proceso no termina con una definición, sino que continúa cada día, con cada paso, con cada mirada devolviéndonos lo que somos. Y que, al final, ser Sabrina no es una meta ni un cambio, sino una forma de estar viva, con la serenidad de quien por fin se ve reflejada en los ojos de los demás. 

Gracias. 

Sabrina Lorena.

Comentarios