Cuando la palabra se rompe

No quiero pertenecer, quiero existir

 

Reflexión mientras conduzco: 

Me desperté con esa sensación que a veces se instala sin avisar. Ese nudo en el pecho que no es angustia, pero tampoco calma. Mientras manejaba camino al trabajo. En una mañana con neblina y frio pensaba en los cambios, lo que se transforma, lo que queda. Llegue a la oficina, me prepare un café y me senté en mi escritorio con mi computadora y comencé a escribir, como suelo hacer cuando los pensamientos me invaden la mente.

 

Soy la que llega casi siempre temprano, y mirando los escritorios aun vacíos me viene a la mente una de esas charlas de oficina donde la discusión se centró en las situaciones de género. Lo que dijo mi compañero, que es gay, la reacción de una de mis compañeras, que no comparte ciertas cuestiones, o su forma de mostrarse en las distintas marchas o manifestaciones. Y automáticamente recordé ese reel que vi hace unas semanas atrás y que había compartido en mi estado de Instagram, de un sitio de noticias donde un hombre, heterosexual, CrossDresser, realizaba una de sus tantas transformaciones en el estudio de DafniGirls, él hablaba de cómo su versión femenina le salvó la vida. No buscaba nada más que eso, un refugio donde poder ser, estar en paz consigo mismo. En ese Reel y en la nota que le realizo el periódico español me vi reflejada. No por lo que decía, sino por lo que eso provocaba en mí. Porque hay una diferencia enorme entre querer pertenecer y querer existir.

 

Yo no busco ni quiero marchar con una bandera. No necesito gritar quién soy ni convencer a nadie. No estoy pidiendo que me acepten en un colectivo. Solo quiero que se entienda que lo que siento es real. Que Sabrina no es un disfraz, ni una provocación, ni un reclamo. Es una parte viva de mí. Un lado que me cuida, que me equilibra, que me salvó y me acompaño muchas veces cuando no podía más.

 

Y sí, hay gente que no lo va a entender nunca. Porque les enseñaron que solo existe lo blanco o lo negro. Lo masculino o lo femenino. Lo gay o lo hétero. Lo “normal” o lo “raro” y yo no encajo en ninguna de esas etiquetas. Ni quiero.

 

No necesito hormonarme ni operarme para sentirme mujer.

No necesito que me llamen de una forma para saber quién soy.

No necesito validación externa ni pertenencia social.

Solo necesito poder ser Sabrina en mis tiempos, en mis espacios, en mi cuerpo, con las personas que me entienden. Mejor dicho, que nos entienden y sobre todo, sin miedo.

 

Y duele cuando ves que hasta entre quienes deberían entender, también te excluyen. Cuando lo diferente es juzgado incluso por quienes piden inclusión.

 

Porque hay travestis, gays, personas trans… que eligen militar desde un lugar político, visible, teatral. Y está bien si lo sienten así. Pero eso no me representa. No me siento identificada con las exageraciones, con las caricaturas, con las exigencias. Me representa más el silencio de quien se mira al espejo y, por fin, se reconoce. Me representa más ese hombre del reel, que encontró su equilibrio siendo también Luz, en la intimidad de su alma.

 

Hoy lo que quiero es eso: existir en paz con mi dualidad, sin tener que explicar, sin tener que demostrar. Sabrina es mi lugar seguro. Mi refugio y aunque nadie lo vea, aunque nadie lo entienda, aunque ni siquiera pueda compartirlo abiertamente con los que amo ella está. Vive en mí. Y eso es suficiente.

 

No busco pertenecer. Solo quiero existir, sin miedo, sin culpa, sin tener que justificar nada.

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