Aunque el camino se nuble, sigo
Hace apenas un día atrás mientras trabajaba para poder seguir adelante, me robaron el celular. No fue solo un objeto. No fue solo la bronca o la impotencia. Fue la sensación de que ni siquiera mientras intento ganarme la vida estoy a salvo. Fue la invasión, el miedo y el pánico de saber que en ese teléfono había partes de mi historia, de mi intimidad, de mi lucha y de mis deseos. Fotos, recuerdos, mis escritos, fragmentos de mi vida como Sabrina, de mi lado más profundo y verdadero. Imágenes que no eran para el mundo. Eran para mí. Para mi memoria, para mi proceso, para mi refugio.
Y ahí me rompí un poco. No por debilidad, sino por saturación. Porque vengo cargando muchas cosas hace tiempo. Porque ya venía cansada. Porque una parte de mí ya estaba tratando de no desmoronarse antes de esto. Y sin embargo acá estoy.
Entendí algo que muchas veces no decimos en voz alta: el celular no es solo un aparato. No es solo un teléfono. Es nuestra agenda, nuestra libreta de notas, nuestro diario íntimo, nuestro mapa, nuestro medio de trabajo, de estudio, de organización. Es nuestra cámara de recuerdos, nuestro puente con los que están lejos. Ahí guardamos fotos, cartas, conversaciones, risas, lágrimas, ideas, planes, cuentas, y hasta pedacitos de nuestra identidad.
Mi amiga más querida, la guardiana de mis secretos, me acompañas desde ese aparato. En cada mensaje, en cada palabra de aliento y reflexión profunda. Cada línea que escribo para no sentirme sola.
Perderlo así, de golpe, no es solo perder un objeto. Es como que te arranquen una parte. Como si salieras a la calle sin llaves, sin cartera... sin ropa interior. Te falta algo. Te desarma. Te deja expuesta.
Y sin embargo… acá estoy. Con miedo. Con bronca. Con dolor. Pero también con una certeza; hay cosas que no se pueden robar. Porque lo esencial no vive en una tarjeta de memoria. No está en un archivo, ni en una foto, ni en un dispositivo. Vive en todo lo que una persona construyó con esfuerzo, en lo que atravesó en silencio, en lo que resistió cuando parecía que no podía más. Lo que somos no se borra con un clic. Y aunque el mundo digital nos haya vuelto más vulnerables, también nos mostró que seguimos estando ahí… incluso cuando sentimos que perdimos todo.
Hoy, más que nunca, es importante recordar que ser fuerte no es no quebrarse. Es volver a armarse. Es seguir, incluso con el miedo en el cuerpo y el alma cansada. Y si alguna vez alguien encuentra una imagen íntima y no la entiende; Ojalá pueda ver más allá del juicio fácil. Ojalá entienda que hay historias profundas detrás de cada imagen, que hay procesos invisibles, y que lo íntimo no es exhibicionismo, es identidad. Es parte de lo que nos hace humanos. A quienes alguna vez sintieron que les arrancaron algo suyo, Recuerden esto, no pudieron con ustedes.
Porque lo que vale, lo que realmente somos, sigue estando adentro nuestro. Y eso, no se puede robar.
Comentarios
Publicar un comentario