Cuando el cansancio ya no entra en el cuerpo

"Cansancio"

 

Cuando ser fuerte también duele:

 

Hoy hablo desde un lugar que no siempre muestro. Desde el rincón donde me siento sola, incluso cuando estoy acompañada, desde el espacio en el que la tristeza se instala en el pecho como una piedra que no se mueve, ni con llanto, ni con respiraciones profundas. Hace días que algo me duele por dentro, no es físico, aunque el cuerpo lo sienta. Es esa mezcla incómoda entre angustia, cansancio, incertidumbre y un corazón que se esfuerza por seguir latiendo sin romperse.

 

Estoy cansada de remar sin ver orilla, de sostener lo que no se quiere caer, aunque me esté cayendo yo. De tener que escuchar “pague lo que debe”, cuando no tengo ni para lo básico. De vivir partida, entre casas, entre roles, entre responsabilidades que a veces me pesan más que mi propia tristeza, y lloro. Lloro sola, lloro donde nadie me ve. En el baño, en la cocina, en la cama vacía. A veces ni sé por qué. ¿Es el problema económico que no afloja? ¿Es esta separación que no se termina de concretar pero que ya duele como pérdida? ¿Es la ausencia de certezas? ¿O es todo junto? No lo sé; solo sé que hoy me duele ser fuerte. Porque ser fuerte significa callar lo que duele, significa no poder pedir ayuda; significa tragarse las lágrimas y decir “yo puedo” aunque no tengas más ganas. 


Pero hoy, acá, en estas líneas, no quiero sostener nada. No voy a ser ejemplo de resiliencia. No voy a maquillar lo que siento. Hoy solo quiero decirme a mí misma; que no estoy rota, estoy agotada y tengo derecho a estarlo. Que tengo derecho a llorar, a no poder más, a gritar en silencio lo que me atraganta. Que también tengo derecho a no encontrar respuestas. A desear un abrazo que nunca llega, a sentir que todo pesa.

 

Si, estoy agotada de remar. Aún así, sigo; aún así, estoy y eso aunque hoy no lo vea, creo que es valiente y me lo digo mirándome al espejo. Porque es humano, es real, y está bien.

 

El dolor es inevitable.

El sufrimiento, opcional.

 

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