Cultivar los buenos recuerdos

Con la necesidad de ser.

 

De dos mundos, uno propio:

 

"¿Con qué necesidad se visten?" es lo que escucho o leo, habitualmente en comentarios cuando alguna persona sea femenina o masculina, se quiere expresar o mostrar. La pregunta suena inocente, pero viene cargada. Lleva juicio, lleva incomodidad, lleva ese susurro social que intenta poner límites a lo que no entiende.

 

Y es que todo el mundo dice que hay que aceptarse, explorarse, buscarse... pero cuando esa búsqueda toma forma, se viste con tacos, se maquilla, se pone una tanga o una falda de jean... ahí empiezan las miradas, las dudas, los susurros, las etiquetas. Y los comentarios como: "podés desarrollar tu lado femenino sin necesidad de vestirte de mujer". Como si lo femenino fuera una teoría, una idea abstracta. Como si no tuviera derecho a manifestarse con un cuerpo, una imagen, una presencia.

 

Pero cuando una mujer se viste con prendas tradicionalmente masculinas, suele ser celebrada. Se la llama empoderada. Se la ve audaz. Nadie cuestiona su deseo de experimentar desde el vestir, desde lo externo. En cambio, cuando un hombre se permite habitar lo femenino, no desde el juego, sino desde el deseo profundo de expresarse... ahí todo se tambalea.

 

Porque no es lo mismo pensar en lo femenino... que encarnarlo.

 

No es lo mismo sentirlo en silencio... que caminarlo en la calle.

 

Y eso es lo que incomoda.

 

Una tarde cuando estaba en la costa, y tuve que ir a la ferretería para comprar algo que necesitaba. Llevaba unas calzas y un buzo algo largo. Nada más. Pero las miradas fueron otras. No eran de deseo. No eran de admiración. Eran de juicio y se notaba. Como si la simple idea de un cuerpo masculino envuelto en una prenda femenina pusiera en jaque la estructura. Como si fuera peligroso. Como si no tuviera derecho. Y, sin embargo, fui igual.

 

Fui con la necesidad de ser. No de provocar. No de hacer un manifiesto. Solo de vivir ese momento en mi propia piel, con honestidad. Y me doy cuenta, cada vez más, que esto no se trata de una elección estética. Se trata de un lenguaje. Mi forma de habitarme. De ser Sabrina. De no ocultarla más.

 

Lo dijo una tirada de cartas, sin que yo contara nada. "Jorge se está manejando en dos mundos." "Hay una energía femenina muy presente que está saliendo cada vez más." Nadie lo sabía. Y sin embargo, ahí estaba. Porque la verdad, cuando es profunda, trasciende las palabras.

 

Sí. Estoy transitando esos dos mundos. Y no siempre es fácil. Hay días de culpa, de miedo, de duda. Pero también hay días de libertad, de verdad, de sentir que por fin me pertenezco.

 

Así que la próxima vez que alguien pregunte "¿con qué necesidad se visten?", quizás la respuesta no sea larga. No hará falta explicar tanto.

 

Porque la necesidad es simple. Con la necesidad de ser.”

 

Y si alguien responde con ese viejo argumento "podés ser sin vestirte asi…", entonces yo contesto: Sí, claro. Podés ser sin vestirte. Pero yo no me visto por obligación. Me visto porque es una forma de hablar sin decir. Porque cada prenda es una caricia a mi identidad. Porque en ese reflejo, al fin, me reconozco. 

No busco imponer ni convencer a nadie. Solo escribo lo que siento, lo que vivo, lo que me habita. Tal vez no sea la única que camina en dos mundos, en silencio, sosteniendo una identidad que no siempre encaja.

Quizás alguien que este leyendo esto alguna vez se sintió así, tal vez también entiendan que, a veces, vestirse no es disfrazarse… es reconocerse. Porque no se trata de la ropa.
Se trata del alma que, por fin, se anima a salir.
 

“Cuando tomás tu lugar, sin importar el juicio, todo el sistema se ordena.” — Bert Hellinger

 

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